Jarana, bromas y pecados de gula
Semel in anno licet insanire: una vez al año está permitido hacer locuras, así decía un proverbio latino asociado al carnaval romano, inspirado en las Saturnales de la antigua roma, festividades paganas celebradas con motivo del solsticio de invierno. Dedicadas al asentamiento en el templo del dios Saturno y a la mítica edad de oro, las recurrencias se caracterizaban por la diversión desenfrenada, la lujuria, los sacrificios, las danzas, las bromas, las máscaras y, sobre todo, la abundancia de comida. Era costumbre intercambiar regalos: velas, nueces, dátiles y dulces llamados Frictilia. Las mujeres romanas los preparaban en grandes cantidades para luego compartirlos con el pueblo en fiesta. Hoy serían el equivalente a nuestras “frappe”: eran, de hecho, fritillas hechas con huevo y harina de espelta cortadas en bocaditos, fritas en manteca y bañadas en miel, según relata el De re coquinaria de Apicio, cocinero y escritor romano que vivió entre el siglo I a.C. y el siglo I d.C.
¡Frito, qué pasión!
El ambiente goliardo típico del Carnaval perduró a lo largo de la Edad Media, con el ludus carnevalarii en Testaccio y en Agone, la actual Piazza Navona, y durante el Renacimiento en el centro histórico. Una multitud en fiesta invadía la ciudad y, entre cuentacuentos, bufones, atracciones, carreras, duelos, carrozas alegóricas y banquetes grandiosos, la fiesta de platos de todo tipo, regados con grandes cantidades de vino, estaba asegurada. En las calles, los teatros y en las
mesas más refinadas, los dulces fritos prevalecían, tal vez por la proximidad de la Cuaresma, un período en el que estaba prohibido el consumo de carne. De esto se originaría el término mismo de Carnaval: carnem levare, quitar la carne.
Una tradición duradera y deliciosa
Incluso hoy en día, los romanos no renuncian a los “caprichos de carnaval”: castagnole alla romana, suaves bolas de masa frita rebozadas en azúcar: bocconotti, pasteles de mantequilla rellenos de ricota, canela y frutas confitadas; frappe, laminas finas desmenuzables, pulverizadas con azúcar glas. Junto con un café, como tente en pie o después de una buena comida, estos son los postres ideales para compartir un momento de convivencia, fáciles de preparar en casa, fritos, según las recetas clásicas o, en versión más ligera, hechos al horno.
Sugerimos dos recetas tradicionales para disfrutar de la atmosfera festiva del Carnaval como lo hacen los romanos.
Las castagnole, irresistibles bolitas cubiertas de azúcar
Dulce símbolo de la fiesta más alegre del año, las castagnole (buñuelos) recuerdan en forma y color la fruta por excelencia del otoño, de la que toman su nombre. Se caracterizan por una masa blanda, y se presentan fritas y sin relleno o rellenas de ricota, crema pastelera y chocolate, o hechas al horno.
Ingredientes para 6 personas
4 huevos
400 g de harina
50 g de azúcar
100 g de mantequilla
Un vasito de ron
1 cucharada de corteza de limón rallada
100 g de azúcar glas
Aceite para freír (lo suficiente)
1 pizca de sal
1 pizca de canela
En un cuenco, unir la harina, los huevos, la mantequilla derretida, la ralladura de limón y la sal. Mezclar fuerte hasta conseguir cierta consistencia, luego, con las manos, hacer bolitas del tamaño de una castaña y freírlas en aceite caliente. Al tiempo de servir, ponerlas sobre un papel de cocina para quitarles el exceso de aceite, pulverizarlas con el azúcar glas mezclado con canela y comerlas calientes o frías, a vuestro gusto.
Los descendientes de la antigua Frictilia romana: las frappe
Finas, fragantes, ligeras: ¡una lleva a la otra! Las verdaderas protagonistas de la fiesta, fritas o al horno, a menudo se enriquecen en la masa con aromas, como vainilla o mandarina, o licores, y también se sirven cubiertas de chocolate.
Ingredientes
300 g de harina
25 g de mantequilla
40 g de azúcar
1 huevo
2 yemas de huevo
1 limón
1 cucharada de licor a gusto
Azúcar glas
Aceite para freír
Tamizar la harina en una fuente. Agregar la mantequilla en copos, el azúcar, el huevo entero y las yemas, el licor y la cascara de limón rallada en el centro. Mezclar enérgicamente, luego extender la masa en uno o más discos finos. Con una rueda de cortar la pasta, crear tiras de unos tres centímetros de ancho por siete centímetros de largo de los discos, con las puntas cortadas en diagonal. En una sartén, calentar bastante aceite de semillas y, cuando esté bien caliente, freír las frappe (unas pocas a la vez) y sacarlas con la espumadera cuando estén a puntito de color (dorado medio). Secarlos sobre toallas de papel. Dejar enfriar y pulverizar con bastante azúcar glas antes de servirlas.