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Roma cristiana

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Santa Maria degli Angeli e dei Martiri
Basilica di San Paolo fuori le mura
Basilica di San Giovanni in Laterano

El itinerario no puede dejar de inciar en San Juan de Letrán, la catedral de Roma. Definida como “la Madre de todas las iglesias del mundo”, la Basílica de San Juan de Letrán representa el nexo de unión entre la época pagana y la cristiana. La construcción original estuvo destinada a edificio para reuniones públicas y la administración de la justicia, pero con la difusión del nuevo credo se transformó en un majestuoso templo capaz de acoger a numerosos feligreses.

En las cercanías, recorriendo la Vía de San Giovanni in Laterano, se llega a la Basílica de San Clemente, cuya fachada barroca esconde numerosos tesoros artísticos que se remontan a la Edad Media y los restos de un templo del dios Mitra: de entre todos ellos, cabe destacar el baldaquín y el pavimento “cosmati”,  la maravillosa “schola cantorum” y el mosaico de la escuela romana que representa el Triunfo de la Cruz; asimismo, podemos admirar la obra de Masolino de Panicale, que pintó los frescos que decoran la Capilla de Santa Caterina. Es muy interesante realizar una visita a la basílica inferior para admirar sus frescos, uno de los cuales, el de la Leyenda de Sisinnio, presenta uno de los primeros ejemplos de italiano vulgar.

Dejándose atrás el Coliseo, y caminando en dirección de la Plaza Esquilino, podréis hacer una pausa en el pórtico de la Basílica de San Pedro en Vincoli donde os sorprenderá, en el lateral derecho cercano al altra, una de las maravillas de Miguel Ángel, su famosísimo Moisés, una escultura que transmite su fuerza y vigor, que estaba destinada a adornar el grandioso Mausoleo de Julio II, pero que nunca llegó a terminarse.

Y a poca distancia, se yergue majestuosa Santa María la Mayor, la basílica patriarcal mejor conservada de la ciudad. A pesar de las modificaciones aportadas en su fachada durante el siglo XVIII es en el donde custodia sus mejores joyas artísticas, de entre las que destacan los maravillosos mosaicos: los 36 metros cuadrados en la nave mediana y los episodios del Nacimiento y la Infancia de Jesús situados en el arco triunfal se remontan a Sixto III, mientras que el mosaico del siglo XIII situado en el ábside que representa la coronación de María entre el Cardenal Giacomo Colonna y Niccolò IV entre dos filas de ángeles y santos, se debe a Jacopo Turriti. También se pueden admirar los frescos de los Profetas, su Capilla Sixtina – adornada con mármoles antiguos – y la lujosa Capilla Paulina.

Una vez cruzado el Tíber, podemos visitar la Basílica de Santa Cecilia en Trastévere, situada en el corazón de uno de los barrios más atractivos de Roma. Son dignas de mención las obras presbiteriales, con su célebre bladaquín, el mosaico que se remonta a la Alta Edad Media situado en la cúpula del ábside y la estatua de mármol de Santa Cecilia, que representa el cuerpo de la mátir tal y como fue hallado en el reconocimiento de 1.599. La verdadera joya de la basílica está situada en el coro de las monjas: se trata de un fresco del Juicio Universal realizado por Pietro Cavallini, una excepcional muestra de la pintura anterior a Giotto en Roma.

Recorriendo el Lungotevere hacia el norte, nuestra ruta nos lleva a la Plaza de San Pedro, obra maestra de Bernini y antesala del complejo arquitectónico católico más importante del mundo. El pequeño Estado de la Ciudad del Vaticano alberga maravillosas obras de arte y es un lugar de profundo significato espiritual, el corazón del cristianismo en el mundo.

El patrimonio cristiano de Roma no se limita a la visita de sus principales basílicas: de hecho, hay tesoros artísticos que se han descubierto en las iglesias a menudo dichas menores, aunque en término de sus dimensiones. Entre ellas, la Basílica de Santa Maria del Popolo en la Piazza del Popolo, que acoge la Conversión de San Pablo y la Crucifixión de San Pedro, dos hermosas pinturas de Caravaggio, y el retablo que representa la Asunción de la Virgen, de Annibale Carracci.

A unos cientos de metros se puede admirar la Iglesia de Trinità dei Monti, que, con sus campanarios gemelos, crea una imagen de rara belleza junto a la Scalinata de Trinità dei Monti  y a la subyacente Plaza de España. Siguendo hacia el Quirinale, encontramos la Iglesia de San Carlo alle Quattro Fontane (también San Carlino), donde el genio del arquitecto barroco Francesco Borromini es plenamente visible en la fachada ondulante y en la cúpola elíptica. 

Otros dos brillantes ejemplos del ingenioso Borromini se encuentran el en centro histórico: la Iglesia de Sant’Ivo alla Sapienza (con su majestuosa cúpula polilobulada, la atrevida linterna cuspidada en espiral y sus símbolos) y Santa Inés en Agón, en la Plaza Navona, con la elegancia sin igual de su oro y marmoles.  

A un tiro de piedra, la Iglesia de San Ignacio de Loyola en el Campo Marzio es famosa por la extraordinaria ilusión óptica (trompe-l’œil) “Entrada de San Ignacio al Paraíso” pintada al fresco en la bóveda por el jesuita Andrea Pozzo. En el Corso Vittorio Emanuele II se ubica la Iglesia Nueva (Santa Maria in Valicella), que alberga obras maestras de Pietro da Cortona, Rubens y Guido Reni, y la Iglesia del Gesú (Iglesia Madre de la Compañía de Jesús) con otras de Giovanni Battista Gaulli, conocido como Baciccia, y la suntuosa Capilla de San Ignacio de Loyola, de Andrea Pozzo. 

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